El texto ofrecido en este post es un extracto de una novelette que estoy escribiendo. Eso significa que le faltan muchas correcciones que no podré llevar a cabo hasta terminar de escribirla entera. Ten esto en cuenta cuando vayas a comentar.
Recibió la llamada de Kin mientras salía de casa.
—¡Eh! ¿Tanto te avergonzaste ayer que ya no me activas la cámara?
Sonia puso los ojos en blanco y respondió:
—No eres tan especial. Resulta que, cuando me tengo que concentrar para llevar a cabo un allanamiento, ver tu careto no me ayuda en nada.
La risa de Kin saturó su micrófono.
—Menudas excusas que te gastas, guapa. ¿Estás ya por la zona?
—Acabo de salir de casa. Para las ocho estaré allí, no te preocupes.
Siguieron hablando todo el camino, listando cada uno de los puntos problemáticos del plan y tratando de diluir esa intranquilidad con la que compartía cuerpo desde la noche anterior. Se apostó en una esquina desde la que divisaba el portal de Avison. Tras unos momentos de duda, tomó aire y con su tono más serio empezó a hablar.
—Oye, Kin, por cierto. Tengo que comentarte una cosa —. Antes de que le respondiera añadió—: no me salgas ahora con una gracieta, es algo serio.
—Dime.
—Si me pasara algo…
—¡Qué te va a pasar! ¡Si es un allanamiento de nada!
—No me interrumpas —. Hizo una pausa—: Si me pasara algo, tienes que hacerme un favor. En mi casa, en la mesita de entrada, hay una cajita de terciopelo negro. Cuando la abras sabrás qué hacer. Prométeme que lo harás.
—Bueno, a ver, no sé qué tendré que hacer.
—Ir a por esa cajita.
—¿Sólo eso?
—Sí, cuando la abras lo entenderás.
—Bueno, yo te prometo que intentaré cumplir con tus expectativas.
—Necesito que me prometas que lo harás.
—Sonia, amiga. Nos conocemos lo suficiente. Sabes que yo por ti haría prácticamente lo que fuera. Pero prometer lo desconocido no está entre ello. Si me estás pidiendo que haga algo, doy por supuesto que es algo que podré hacer. Pero no puedo comprometerme a hacer algo que no sé qué es. Te prometo que cumpliré con lo que me pides en la medida en la que sea capaz.
Durante un minuto Sonia no dijo nada. Luego respondió:
—Lo que tú digas.
Como esperaban, Linda Avison salió del portal de su casa a las ocho en punto. Aunque algo en su actitud hizo sospechar a Sonia.
—¿Le estás viendo?
—Sí —le respondió Kin—: ¿Qué se supone que está haciendo?
—Por cómo mira en todas las direcciones, yo diría que o espera a alguien o quiere saber si alguien le vigila. Por cómo lo está haciendo, me gustaría que fuera la primera opción; pero va a ser que es la segunda. ¿Durante tu investigación viste si otros días lo hacía?
—Dame un plis que mire las grabaciones de ayer —. Tras unos momentos de golpes de teclado y ruidos de trabajo volvió a hablar—: Vale, por lo que veo, ayer por la mañana salió muy normalita. Pero… a ver… sí, eso es. Ayer por la noche, al volver, se la ve más nerviosa. Mirando a todos lados. Como si pensara que la siguen.
—¿Puede que mi paseíto de ayer por el puerto tenga algo que ver?
—No sé, chica. Por lo que me comentaste, no fuiste haciendo preguntas relevantes. Yo creo que antes pensarían que eres una periodista que buscaba alguna escabrosa historia relacionada con el carguero que explotó.
Sonia dudó.
—Sí… no sé. Puede. En cualquier caso, da igual. Parece que se larga en ese taxi.
—Mmmmm, sí, aquí está —. Al darse cuenta de que no había explicado qué estaba haciendo, añadió—: Me he colado en la app de taxis y he encontrado su petición. Ha pedido taxi para ir a las oficinas de Ren-Sha. Van a ser unos diez minutos de trayecto. Veinte si hay atasco.
Sonia asintió.
—Voy para allá.
Se acercó al portal y sacó su juego de ganzúas. Como Kin le había asegurado el día anterior, ni esa cerradura, ni la de la vivienda se resistieron. De hecho, la puerta de acceso a la vivienda le pareció especialmente fácil de abrir.
—Oye, aquí algo me huele raro —le dijo a su compañere—. Esta ha sido demasiado fácil. Casi un chiste.
—Bueno, chica, ya me avisaste de que esto se te daba bien.
Sonia inspeccionó la puerta por todas sus partes. Tanto por el exterior de la vivienda como por el interior.
—Créeme, hasta el diario de mi hermana se resistía más que esta puerta. Aunque, no veo nada raro.
—Pásame imágenes de la puerta y registra la casa mientras la estudio.
En pocos segundos grabó la puerta desde todos los ángulos posibles, así como la cerradura y visagras y se las mandó.
Era una vivienda pequeña. Similar a la de Sonia: una sala de estar que hacía las veces de vestíbulo, en la esquina de esta una cocina abierta, una habitación y un aseo que disponía de taza, lavabo y la tan odiada ducha de niebla.
Tras comprobar que la casa estuviera vacía, y tras verificar que ni en el aseo ni en la habitación había nada relevante, se volcó en inspeccionar la sala de estar.
Por el aspecto general, Avison parecía una mujer sencilla. No tenía ningún objeto decorativo a la vista, mantenía un orden superficial y funcional y parecía que su principal fuente de ocio era la televisión.
—Kin, ¿entre tus habilidades se encuentra alguna que me deje ver las interfaces privadas de esta casa?
—La verdad es que llevo un ratillo mirando eso. Por el momento puedo dejarte poner su lavadora. Pero si tiene algún documento por ahí, tendrás que darme algo más de tiempo. Mientras, no te olvides de colocar nuestro regalito.
Sonia asintió con un sonido de garganta.
—El único sitio que veo viable es el enchufe de la televisión. Es un enchufe que no se suele tocar mucho y está detrás del aparato, así que seguro que lleva años sin echarle un vistazo. Pero no sé si te irá bien que esté ahí.
—Me va perfecto. Oye… estoy mirando las imágenes de la puerta y, creo que deberías darte prisa. Creo que en esa puerta hay algo con un filtro de percepción.
Sonia estaba ya colocando la televisión en su sitio.
—¿Un qué?
—Se llama filtro de percepción. Es un sistema de baja seguridad que se aprovecha de que todos tenemos un dispositivo cortical. ¿Sabes que puedes hacer que sólo tú veas una interfaz? Pues también puedes hacer que todo el mundo vea una interfaz menos tú. Y si esa interfaz está justo encima de una caja fuerte, nadie podría ver la caja fuerte menos tú.
—Entiendo. Pero tendría que haber notado algo al pasar la mano.
—En realidad es más complicado que eso. Lo he simplificado para no liarme en detalles. El caso es que puedes hacer que algo escape a tu atención e, incluso, que las cámaras se olviden de grabarlo.
—Y dices que hay algo así en la puerta.
—Digo que creo que hay algo así en la puerta. Así que si ya has colocado el regalito, deberías irte.
Tras asegurarse de que dejaba todo como estaba se dirigió a la salida. Estaba abriendo la puerta cuando Kin le empezó a hablar con voz agitada:
—Tenemos un problema gordo.
—No me asustes, ¿qué pasa?
—Acaba de parar una furgoneta delante del edificio y están bajando unos señores con unas armas bastante gordas. Mucha casualidad sería que esto no fuera por ti.
—Vale, respira. Eso pienso yo. Ahora, con calma, dime: ¿cuántos son? ¿cómo van vestidos?
—Son cinco. Llevan monos de trabajo. Yo diría que son trabajadores del puerto.
Corrió a la ventana y con cierto malestar descubrió que la constructora había considerado que las escaleras de emergencia eran un lujo innecesario. Y saltar desde esa altura no era una opción.
—Dime que si subo a la azotea tendré una salida.
—Me temo que no. Pero tengo un plan. Encuentra la manera de evitar que entren en la casa y deja la ventana abierta. Y, por lo que más quieras, aguanta todo lo que puedas, que nunca he probado esto.
Arrastró un armario hasta la puerta, atrancándola y se parapetó detrás del sofá, justo delante de la ventana.
—Qué estás tramando. Este no es momento hacer cosas raras.
Kin no respondía, aunque se podían oír apresurados ruidos de trabajo.
La puerta emitió un fuerte golpe. Como si alguien hubiera intentado derribarla de una patada. Tras eso, se oyó un fuerte grito acompañado de una palabrota.
—¡Ha bloqueado la puerta! ¡Dadme la radial!
El atronador sonido de una herramienta, posiblemente algún tipo de sierra, ahogó cualquier otro sonido que pudiera llegar del otro lado. Poco a poco, pudo ver cómo un corte iba apareciendo en la puerta, diviendola en dos mitades.
Sonia sacó su Bolton y se apoyó sobre el sofá. Buscando tener un buen tiro sin sacrificar la cobertura que le daba el mueble. Cuando los hombres terminaron de cortar la puerta, la parte superior de la misma cayó hacia dentro de la habitación; dejando a la vista el pasillo y varias cabezas protegidas por sólidos cascos de trabajo.
—¡Ni se os ocurra moveros! —Les gritó tratando de parecer confiada y peligrosa—. No tenéis nada que hacer contra mí.
Uno de los hombres levantó un rifle de cañón corto y le disparó dando al sofá e inundando la habitación de restos de la espuma del mismo. Sonia le disparó en respuesta, acertando en el cuello. El hombre se llevó las manos a la herida profiriendo alaridos de dolor.
—¡Mi arma dispara agujas con rígida! ¡Y tengo buena puntería!
—¡Vale! —Le gritó Kin a través del dispositivo cortical—. La ayuda ya está llegando. No va a poder entrar por la ventana, así que en cuanto lo veas salta y agarrate.
—¿Agarrarme a qué?
—Al dron.
Sonia no tuvo tiempo de nada más. Una granada entró por el agujero de la puerta mientras por delante de la ventana pasaba un dron de apariencia muy estrafalaria. «Si ese no es el dron de Kin, tendrá que valer». Sin casi tomar impulso, saltó por la ventana y con la mano que tenía libre se agarró al dron. Ni siquiera quiso mirar el estado en el que quedaba la vivienda tras el estallido que sintió mientras saltaba.