El texto ofrecido en este post es un extracto de una novelette que estoy escribiendo. Eso significa que le faltan muchas correcciones que no podré llevar a cabo hasta terminar de escribirla entera. Ten esto en cuenta cuando vayas a comentar.
El sol se ponía en el horizonte venusiano bajo la eterna capa de nubes amarillentas en la ciudad flotante de TeraGen. Con suerte, no habría niebla esa noche, en el peor de los casos la niebla sería tóxica y las esquinas se llenarían de vendedores de máscaras de gas.
El dirigible de VeNews pasaba por delante de la ventana anunciando las últimas noticias cuando sonó el comunicador cortical de Sonia. En la retina apareció la imagen de una mujer rubia bastante atractiva que decía llamarse Yuki No-sé-qué. Tenía un trabajo urgente, pero no quería dar detalles por teléfono por lo que la invitó a reunirse con ella a las doce de la noche en el Cuervo Solitario.
Sonia se quedó pensativa mirando a la pantalla en pausa del juego que tenía en marcha, decidiendo si acudir a la cita. No llevaba tanto en la ciudad, así que su identificador se lo tenía que haber dado algún conocido. Tal vez un cliente satisfecho. Pero los trabajos urgentes no acostumbraban a ser buenos trabajos. En cualquier caso, necesitaba dinero y el trabajo no abundaba.
Una notificación cortical la distrajo de sus pensamientos, había alguien en la puerta. Con la mirada buscó su bata y se la puso mientras se dirigía a la puerta. Al abrirla, un repartidor le tendía un paquete junto a un formulario virtual.
—Por favor, firme aquí—. Una vez firmó añadió—: Debe de ser algo muy valioso, señora. Los envíos desde las lunas de Júpiter no son baratos.
Sonia sonrió con educación. Eran más que valiosos. Eran los recuerdos de toda una vida dejada atrás. Despidió al repartidor y dejó el paquete sobre la mesa de la sala. Conocía el contenido, así que ya lo abriría cuando lo necesitara.
El Cuervo Solitario era uno de los pocos bares de TeraGen que permanecía abierto las 24 horas que duraba el ciclo diario artificial. Situado en el último piso del Cloud Gazer Residential Hotel, un discreto hotel situado en el borde de la ciudad, contaba con una privilegiada vista al mar de nubes sobre las que flotaba la ciudad.
Por lo que sabía Sonia, la clientela habitual solía ser del tipo «métete en tus asuntos», por lo que no le sorprendía la elección del lugar como punto de encuentro.
Al entrar, un equipo de seguridad verificó que realizaba el acceso sin armas y le instaron a ponerse una pulsera que desconectaba las mejoras que ofrecía su brazo biónico.
No había pista de baile, sólo música suave, mesas bajas y poca luz. Al fondo, delante del enorme ventanal, la mujer esperaba sentada en un sofá. Era alta y esbelta, con un juego de chips enganchados en el lado derecho de la cabeza, donde tenía el pelo rapado para facilitar el acceso a los mismos, y una piel artificialmente oscura.
—Encantada de conocerle, Sonia —saludó mientras tendía la mano.
—Disculpe que le tienda la otra mano —respondió mientras tendía la mano izquierda—. Con esta pulsera no puedo arriesgarme a usar el brazo; interfiere en los circuitos.
—Ah, cierto. En este bar son un poco puñeteros con eso. Debería haberle avisado.
—No se preocupe, estoy acostumbrada —contestó Sonia con despreocupación.
La mujer sonrió y dio un sorbo a una bebida azul.
—Como ya le he explicado antes, tengo un trabajo urgente; pero no quiero que me escuche sin saber con quién habla. —Tras rebuscar un poco en su bolso, le tendió una pequeña tarjeta de plástico con un código AR marcado. Al fijar la vista, la información apareció flotando sobre la tarjeta. Según ponía, la mujer se llamaba Yuki Jann y trabajaba en la corporación Ren-Sha Aerospace.
—Vaya —exclamó Sonia—, hacía mucho que no veía una tarjeta AR, hoy en día todo el mundo usa las virtuales.
—Me temo que soy una romántica de la tecnología antigua. Entiendo la utilidad de las interfaces virtuales, pero me gusta sentir el tacto de un objeto físico.
Sonia se sentó en el extremo contrario del sillón mientras Yuki seguía hablando. Al mismo tiempo, su dispositivo cortical la estaba analizando.
—Le he hecho venir porque me encuentro en una situación delicada y no puedo confiar en quienes habitualmente confío. Hace un par de semanas, interrumpí sin querer una conversación entre otra ejecutiva de mi empresa y la jefa de seguridad. No oí nada, pero desde entonces tengo la sensación de que me espían. Hace tres días me pareció que alguien me seguía.
El dispositivo cortical de Sonia mostró una notificación en su retina. Los chips que Yuki tenía en la cabeza eran, con toda seguridad, coprocesadores de diseño militar conectados a su dispositivo cortical y la piel aparentaba haber sido endurecida con nanoides, los cuales solían emplearse para convertir la piel en una armadura ligera y flexible. Además, presentaba señales de tener modificados, también, los ojos y oídos.
—Esta ejecutiva —continuó Yuki—, siempre me ha parecido una mujer bastante rara, pero no me hago idea de en qué andará metida —. Hizo una pausa para beber—. Lo que necesito que haga es descubrir qué traman esas dos y si mi vida corre peligro. Y, en caso de que sea así, recabar información que pueda usar como seguro de vida. Si acepta el encargo, seré generosa—. Tras unos segundos con expresión calculadora, añadió—: puedo ofrecerle 20000 cryptos; 5000 ahora y el resto al terminar el encargo.
Sonia dudó, el trabajo parecía sencillo; pero esa era una cantidad considerable de dinero. Tenía que haber gato encerrado. La mujer tampoco parecía una ejecutiva de despacho. Chips militares, armadura nanoide, visión y audición mejoradas,… esas modificaciones eran más propias de una mercenaria que de alguien que trabajara en un despacho.
—Hábleme un poco de usted —respondió Sonia—. Comprenda que necesito saber que mis clientes son de fiar —. Yuki asintió—. ¿Cuánto lleva en la empresa? ¿A qué se dedicaba antes?
—Imagino que lo preguntará por mis mejoras corporales—respondió señalando su sien. Tomó un poco de aire y continuó—: llevo 5 años en esta empresa, pero antes de esto mi trabajo era muy diferente. Era técnico de a bordo en la Guardia de los Mundos. Era muy satisfactorio lograr que una nave siguiera funcionando a pesar de los ataques enemigos. Pero me temo que, por mucho que lo vendan así, la experiencia en simulador no se parece en nada a la batalla real —su expresión se ensombreció—. Participé en las Guerras de Proteo. Y ojalá jamás hubiera ido. En cuanto pude largarme de allí, corrí hasta que no pude más.
«Con esa experiencia, si cree que está en peligro, la creo», pensó Sonia.
—Acepto el encargo —dijo Sonia tendiendo la mano. Tras estrecharlas, añadió—: necesito toda la información que pueda darme sobre esas dos personas y los lugares por los que andan.