El texto ofrecido en este post es un extracto de una novelette que estoy escribiendo. Eso significa que le faltan muchas correcciones que no podré llevar a cabo hasta terminar de escribirla entera. Ten esto en cuenta cuando vayas a comentar.
Aún no había llegado al edificio del sindicato cuando le sonó el comunicador cortical. Era Kin.
—¡Hola preciosa! ¿Qué tal el madrugón?
—¿Madrugón? —le espetó Sonia—. ¡Serás idiota! Por tu culpa he sido incapaz de levantarme de la cama a la hora a la que pretendía. No sé por qué tuviste que sacar tres rondas más si ya te había dicho que tenía que irme a casa.
—Bueno, bueno. Tampoco vi que te resistieras mucho. Será que no puedes resistirte a mis encantos.
—A los encantos de la bebida gratis, querrás decir —respondió con una contenida sonrisa—. Y qué, ¿sólo me llamas para burlarte?
—No, cariño. Eso es el aperitivo. Para romper el hielo. Es que tengo que pedirte que me hagas un favor.
—Miedo me das.
—He mirado la documentación que me has dado y he pensado que lo primero que debería hacer es meterme en el dispositivo cortical de la jefa de seguridad… ¿cómo se llamaba? —rebuscó entre unos documentos fuera de plano—. Ah sí, Linda Avison. Y para poder hacerlo, necesito que realices una tarea que es muy sencilla pero muy importante.
Sonia arqueó una ceja.
—¿Qué quieres que haga?
—Necesito que te cueles en su casa y dejes un apartito enchufado en algún sitio discreto.
—Y le recojo también la colada, ¿no?
—A ver, se que suena un poco loco…
—Loco no, demente —interrumpió Sonia.
—Pero que es un aparatito super chiquitín. Mira, es esto.
Kin mostró a cámara un pequeño dispositivo. Parecía un enchufe de pared esperando a ser incrustado en una; pero en el lado de las conexiones, en vez de tener las conexiones típicas de esos aparatos, tenía un enchufe normal.
—Mira —continuó Kin—, esto se enchufa en un enchufe de pared y con estos agujeros, ¿los ves? —señaló unos agujeros en el aparato— se atornilla a la pared para fijarlo. Para la tipa esta parecerá su enchufe de siempre, pero para mí será el punto de entrada.
Sonia lo pensó unos segundos.
—Pero ella se dará cuenta de que su enchufe es diferente. O sea, si tú me pusieras eso en casa, me daría cuenta de que tengo un enchufe diferente al resto.
—Todes tenemos en casa algún enchufe que casi no usamos. Por ejemplo, el típico enchufe detrás de una maceta donde la gente que tiene pecera enchufa la bomba de agua y el sistema de luces. Igual lo tocan una vez cada dos años, o ni eso.
—Vale, luego me paso a recogerlo. Veré qué hago.
—¿Necesitarás ayuda con la puerta y la alarma?
—Kin, queride. Te necesito para que hagas magia de esa que sólo tú sabes hacer. Para las habilidades de ladrona me sirvo sola.
Tardó en encontrar el edificio del sindicato de estibadores más de lo que había pensado. Resultó que, hacía unas semanas, uno de los cargueros que transportaba combustible había explotado y se había llevado por delante parte del edificio más cercano que era, precisamente, el sindicato de estibadores; así que habían trasladado la sede a otro edificio y aún no habían cambiado las señalizaciones.
Cuando entró, ninguno de los administrativos que se encontraban en el recibidor volvió la cabeza para mirarla. Aparentemente, estaban hasta arriba de trabajo.
En el mostrador, una joven atendía las llamadas. Aunque era de facciones equilibradas, la mitad de la cara y parte de su cuello los tenía recubiertos de un material oscuro que Sonia reconoció como fibra de nanotubos de carbono. “Parece que su seguro cubría las deflagraciones” pensó, “no me gustaría saber cómo estaría si no hubiera tenido esa suerte”. Se acercó y sonrió a la joven.
—Menudo jaleo que tenéis aquí montado, ¿eh?
—Y hoy es un día tranquilito. Aún estamos intentando recuperar la documentación que se cepilló la explosión de hace unas semanas.
—Otras, ¡claro! —respondió Sonia fingiendo haberlo olvidado—. ¡Que vosotros estabais al lado! —Con una expresión que simulaba buscar tener tacto añadió— ¿te pilló muy cerca?
—En primera fila —respondió señalándose la fibra de nanotubos.
—Uf, pobre. ¿Ha sido muy grave?
—Bueno, podría haber sido peor. El seguro me ha pagado esta fibra, pero ya estoy ahorrando para una piel sintética y un ojo nuevo. Otros han quedado peor.
—Ya me imagino —añadió tratando de parecer amable—. Supongo que siempre es un peligro andar por el puerto, ¿no?
La joven le miró extrañada.
—A ver, vale que de vez en cuando haya algún accidente, que se rompa una cadena o algo así, y es cierto que trabajar en el puerto tiene sus riesgos ¿pero esto? —Dijo señalando a su alrededor—. Hace más de cincuenta años que no explota ningún carguero. Se suponía que esas cosas ya no pasaban.
—Ah, bueno… —dudó—, me temo que soy nueva por aquí. Donde vivía antes sí era algo que pasaba de vez en cuando—. Ante la cara extrañada de su interlocutora añadió—, a veces se me olvida que en algunos mundos no hay guerras entre bandas.
La recepcionista se encogió un poco y en un tono mucho menor respondió:
—No deberías mencionar esas cosas por aquí —, y tras mirar a su alrededor, añadió— a menos que quieras que unos tipos chungos te hagan una visita y muchas preguntas.
Sonia arqueó las cejas fingiendo incredulidad. La conversación había fluído como esperaba y seguro que, tocando las teclas adecuadas, obtendría más. La chica añadió:
—Mira. No quiero asustarte. Pero en este puerto hay… personas peligrosas. Personas que, si pasan delante tuyo, tienes que hacer como que no has visto a nadie.
Sonia apretó los labios haciendo que pareciera que creía que había metido la pata.
—Entiendo. Perdona mi torpeza —. La chica asintió—. ¡En fin! Que yo venía a hacer cosas y a lo tonto llevamos aquí un rato de palique. Estoy buscando a alguien que suela trabajar con los cargueros de Ren-Sha Aerospace. Estoy haciendo una auditoría sobre la exigencia y calidad de esta gente y necesito la opinión de algunos trabajadores.
—No sé si van a poder decirte algo. Por lo que tengo entendido, los contratos con ellos son muy exigentes con eso de la confidencialidad. Pero bueno, voy a ver si la capataz que les hemos asignado puede atenderte y que ella te diga.
Sonia asintió. La joven activó un comunicador que tenía en mostrador y marcó algo en él. Tras una breve espera, empezó a hablar con una voz que pudo reconocer como “la clásica voz de recepcionista que tiene que ser amable a la fuerza”.
—Hola Val, mira que soy Yas, sí eso es, la de recepción. Que hay aquí una señora preguntando por ti… no sé, dice que viene de Ren-Sha; algo de de una auditoría de calidad, o exigencia, o algo del estilo. ¿Cinco minutos? Vale, la mando para la sala de café, ¿vale? —Colgó y le dijo a Sonia —: baja en cinco minutos. Le he dicho que le esperas en esa salita de ahí —señaló una puerta al final del pasillo—. Es la sala de café, pero no pruebes ese engrudo o pasarás la peor digestión de tu vida.
—Muchas gracias —respondió Sonia sonriendo.